
Investigadores de la Universidad de Costa Rica publicaron en Revista Colombiana de Ciencias Sociales
En el 2020, la pandemia por COVID-19 obligó a los gobiernos a tomar decisiones rápidas. Entre las respuestas más visibles estuvo el desarrollo de aplicaciones móviles para rastrear contagios, informar a la población y apoyar a los sistemas de salud.
Un estudio elaborado por Andrés Castillo Vargas y Sebastián Ramírez Estrada, investigadores de la Universidad de Costa Rica, documenta cómo ocho países iberoamericanos apostaron por estas herramientas digitales como parte de su estrategia de vigilancia epidemiológica. Fue publicado en la Revista Colombiana de Ciencias Sociales, en el marco de investigaciones que realiza la Red Evaprop del Programa CYTED.
El análisis incluye los casos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, España, México y Panamá. Todos implementaron sus primeras apps en 2020, bajo la presión de una crisis sanitaria. Aunque las aplicaciones compartían un objetivo común "detectar y dar seguimiento a posibles contagios", sus características técnicas, su recepción por parte de la población y el manejo de los datos marcaron diferencias significativas.
Imagen tomada de SaludDigital.com
Costa Rica, por su parte, adaptó su ya existente Expediente Digital Único en Salud (EDUS) para incluir un módulo de evaluación de riesgo por COVID-19. A diferencia de otros países, no incorporó funciones de geolocalización ni Bluetooth. Su fortaleza radicó en consolidarse como parte de un sistema de salud robusto y reconocido internacionalmente, aunque persistieron las brechas digitales.
Imagen tomada de Delfino.cr
En Argentina, la aplicación CuidAR sustituyó a la anterior ?Coronavirus Argentina?. Además de permitir la autoevaluación de síntomas, otorgaba un Certificado Único Habilitante de Circulación, indispensable para movilizarse durante las restricciones. El gobierno reportó más de 40 millones de certificados emitidos y 36,9 mil autodiagnósticos positivos que facilitaron el seguimiento sanitario. Sin embargo, la obligatoriedad para quienes ingresaban al país y la falta de anonimización de datos generaron cuestionamientos.
Brasil lanzó Coronavirus SUS en marzo de 2020 con un enfoque distinto: su meta principal era informar y combatir noticias falsas. Aunque llegó a los 10 millones de descargas, la falta de claridad sobre el uso de los datos y la ausencia de reportes oficiales sobre sus resultados dejaron vacíos en la evaluación de su eficacia.
En Chile, la CoronApp fue presentada con el apoyo de gigantes tecnológicos como Google y Amazon. Permitía autodiagnósticos y contenía una función llamada ?Ayuda Vecina?. Sin embargo, la información se almacenaba en servidores de Amazon por hasta 15 años, un plazo que levantó sospechas en la ciudadanía y frenó su aceptación.
Algo similar ocurrió en México con la aplicación COVID-19MX, que acumuló apenas un millón de descargas en un país de más de 120 millones de habitantes. Sus permisos de geolocalización y el manejo no anónimo de los datos fueron percibidos como intrusivos.
Colombia desarrolló CoronApp-Colombia, una de las más masivas con 27 millones de descargas. Incluso llegó a ser obligatoria, reforzada por incentivos como el regalo de datos móviles. No obstante, la centralización de la información y fallas en la comunicación con el Instituto Nacional de Salud generaron críticas. La app no cumplió con las expectativas de integración al sistema sanitario y terminó siendo vista como un esfuerzo fallido.
España, por su parte, lanzó Radar COVID, basada en el sistema de notificaciones de Apple y Google. Con más de ocho millones de descargas, funcionaba de manera descentralizada y no solicitaba datos personales. Pese a ello, la falta de confianza en la gestión de la información y la débil promoción oficial redujeron su impacto: se calcula que solo entre 2% y 4% de los casos positivos fueron notificados a través de la app.
En Panamá, la aplicación Protégete con Salud buscó dar seguimiento a pacientes positivos y, más adelante, incorporó rastreo de contactos vía Bluetooth. Su uso fue voluntario y la información se mantuvo anónima y descentralizada, pero no existen reportes oficiales sobre la acogida por parte de la población.
El balance general de estas experiencias es claro: las coronapps fueron desarrolladas con rapidez y demostraron el potencial de las TIC para complementar la vigilancia epidemiológica tradicional. No obstante, también evidenciaron riesgos y limitaciones, desde la protección de datos personales hasta la desigualdad en el acceso a estas tecnologías.
Como señalan los autores del estudio, las lecciones aprendidas apuntan a la necesidad de construir herramientas más transparentes, mejor integradas a los sistemas de salud y capaces de superar las brechas digitales que todavía persisten.
En el futuro, la vigilancia epidemiológica digital no podrá depender únicamente de aplicaciones móviles. Los investigadores subrayan la importancia de diversificar las estrategias y fortalecer la cooperación internacional. Lo que dejó la pandemia es una certeza: la tecnología es clave, pero la confianza ciudadana es aún más decisiva para enfrentar emergencias sanitarias.
Recuerde que puede leer esta investigación y muchas más en www.cyted.org/evaprop.
Artículo elaborado por el periodista Santiago Mora Rivas | santiago.morarivas@ucr.ac.cr